Ya sabéis, si tenéis amigos moteros, puede ser un buen regalo
Así nacieron las ‘guardian bells’, las campanas que protegen a los moteros
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Cuenta la leyenda que era una noche de luna llena. Que la carretera estaba tranquila y solo las siluetas de los cactus que crecían a ambos lados de la carretera acompañaban al viejo motero de barba gris.
Regresaba a casa después de un viaje a México montado sobre su inseparable compañera. En las alforjas que colgaban a ambos lados de su moto llevaba pequeños regalos para los niños que vivían en el orfanato en el que trabajaba.
Dice la historia también que, antes de que todo se torciera, se sintió bendecido por la vida que le había tocado. Por los niños que le esperaban, por sus amigos moteros y, sobre todo, por su propia moto. El vínculo que sentía por ella después de tantos miles de kilómetros juntos en la carretera es algo que solo los auténticos moteros pueden comprender.
De pronto, sin previo aviso, al tomar una curva el viejo motero sufrió un accidente que lo dejó malherido a varios metros de su moto. No fue mala suerte ni casualidad. Al otro lado de la curva los goblins lo estaban esperando.
Los goblins o gremlins de la carretera son una especie de duendes malignos cuyo único propósito en la vida es atacar a los motoristas que las transitan. Se dedican a dejar trabas en el camino: trozos de neumático, restos de gasolina, cajas, silenciadores o tubos de escape. Objetos que de otra forma no hubiesen llegado allí y que pueden, en el mejor de los casos, dañar la moto y, en el peor, tirar a un motorista por tierra con todas sus consecuencias.
También persiguen a los animales silvestres para que se crucen en el camino de los moteros. Son los culpables de que muchos de esos ciervos que parecen desorientados y asustados estén parados en mitad de la carretera en plena noche, haciendo casi imposible esquivarlos.
Pero, en fin, sigamos con la historia: nuestro querido motero de la barba gris yacía en el suelo rodeado de la cuadrilla de gremlins que le habían tendido la emboscada. Medio muerto en el arcén se dio cuenta de que una de sus alforjas se había arrancado de su moto en el accidente y estaba a su lado. La alcanzó como pudo con la mano, sin poder mover su cuerpo maltrecho del suelo al tiempo que los goblins lo iban cercando para rematarlo.
Como último recurso para tratar de salvar su vida el motero comenzó a lanzarles los objetos que llevaba en las alforjas para espantarlos. Al final solo le quedaba una campana, una pequeña campana que había comprado para regalar a alguno de los chiquillos del orfanato. Empezó a hacerla sonar sin más intención que morir pensando en los niños que le esperaban en su hogar. Para su sorpresa, al escuchar el sonido de la campanilla los goblins pararon. Al darse cuenta el motero siguió tocando la campana sin poder saber cuánto tiempo su sonido detendría a los malvados duendes. Los gremlins se encontraban entre él y su moto, por lo que en sus condiciones la huída no parecía una opción sencilla.
Por suerte y por casualidad, dos moteros habían acampado no muy lejos de allí para pasar la noche. El sonido de la campana les pareció algo bastante raro que escuchar en mitad del desierto así que decidieron arrancar de nuevo y acercarse a investigar.
Resulta complicado imaginar cuál debió ser la cara de aquellos moteros ante semejante estampa: el pobre hombre tirado a unos metros de su moto volcada rodeado de aquellas malévolas criaturas. Sin pensarlo un instante la pareja atacó a la banda de goblins matando a unos cuantos y espantando al resto.
Al socorrer al viejo motorista este trató de ofrecerles dinero en agradecimiento, cosa que rotundamente se negaron a aceptar. Pero el hombre de la barba gris no iba a marcharse sin dejar a sus salvadores un regalo. Cortó dos tiras de cuero de sus alforjas y les ató un par de campanillas, iguales a las que él había usado para espantar a los goblins y les había atraído a ellos hasta el lugar. Les dijo entonces que ataran las campanas pequeñas a sus motos, lo más cerca del suelo posible. Así espantarían a los gremlins del camino y, en caso de ser atacados, podrían pedir ayuda a algún compañero motero tocándola.
Así nació la campana guardián. O al menos, eso es lo que la leyenda cuenta. Aunque la historia hable de duendecillos diabólicos de carne y hueso otros piensan que se trata de espíritus malignos de la carretera. Se dice también que viven en las motos porque les encanta viajar en ellas, pero que son los causantes de la mayoría de los problemas que las motos sufren. ¿Por qué mandar la moto al taller cuando les gusta tanto pasear en ellas? Cosas de goblins, el equilibrio entre ser una criatura del mal y la afición por el motociclismo no debe de ser fácil de encontrar para estas criaturas.
No pueden sobrevivir cerca de una campana guardián porque su oído es hipersensible y el tintineo constante los vuelve locos, haciendo que pierdan el juicio y acaben por soltarse de la moto y caigan sobre el asfalto. ¿Esos baches que ves en las carreteras? Pues son las marcas de algún goblin que se dejó el lomo tratando de aferrarse a las faldas de un motero.
La gran pregunta con las campanas guardián es la siguiente, ¿puede uno comprarse la suya o ha de esperar a que un amigo motero le regale una para que funcione? Pues, bueno, ambas opciones son válidas, pero una es mejor que la otra. Si decides comprar una campana guardián para tu moto su magia funcionará, pero si te la regala un ser querido su magia se duplicará porque eso significa que hay un buen amigo preocupándose por ti en alguna parte.
Ah, y para aquellos justos de valores y con la mano un poco larga, un dato: si robas una moto, te llevaras con ella todos los gremlins y espíritus malignos que habiten en ella. Si robas una campana guardián, la mala suerte será tu nueva compañera.