Si se pusiera el mismo empeño en implantar las medidas de prevención del contagio que el que se ha puesto en crear este estado de histeria colectiva, estaríamos mucho mejor.
Es una puñetera gripe. Más fuerte que la común, cierto, y más contagiosa. Pero claro, en vez de realizar control sanitario en aeropuertos, nos hemos dedicado a mirar los telediarios cual culebrón de la infección en China. Porque el pequeño esfuerzo de mantener una correcta higiene de manos, evitar besos y abrazos es demasiado esfuerzo cuando el problema está a miles de quilómetros, y ahora que ya estamos jodidos, vamos a ser más papistas que el papa con la sanidad.
Que me confinan a decenas miles de personas de una pequeña ciudad, mientras un torrente de gente de Madrid (zona extremadamente caliente de contagio desde hace días), acude a relajarse a la costa sin ningún impedimento ni control. No cierran el metro y los buses, justo dónde no tienes sitio libre ni para tirarte un pedo.
Que los idiotas de de a pie se ponen a acaparar en los supermercados (ahora parece que el papel higiénico sea la cura para el coronavirus, que apenas dejaron) mientras que los idiotas encorbatados boicotean la actividad industrial y turística... me parece una canallada. Pasamos de la inacción preventiva y el alarmismo de los medios a cazar moscas a cañonazos y el reinado de la histeria. Lo siento, pero yo me niego a ser cómplice de este suicidio económico. Los problemas serios deben resolverse con decisiones racionales, no emocionales. Lo importante debería ser minimizar los efectos de la crisis, no quedar bien en las noticias.
Hoy no me puedo preparar el menú de cena que tenía pensado porque alguien decidió comprar dos, tres, cuatro, diez veces lo que compra normalmente en el súper. Igual en unos meses, los obreros de bajo escalafón, de los que trabajamos con las manos y no con ordenadores con que teletrabajar, no podemos cenar porque no tenemos ingresos para comprar la comida. Una vez más, la clase baja es empujada a cargar con la factura común, mientras la clase media teletrabaja o cobra la anunciada baja por confinamiento repeventivo, y la clase alta se llena los bolsillos y aprovecha para sacar los ERES que le salga de los huevos.
Acaban de suspender el mercado semanal de verduras de mi ciudad. Ya me diréis cómo vamos a conseguir ahora producto fresco con los supermercados saqueados por los acaparadores, y dónde van a meterse las verduras los agricultores locales. En serio, ¿tanto cuesta pensar en las consecuencias de tomar medidas drásticas de un día para otro y de las que los implicados se enteran por la prensa?
Los que no tenemos contratos fijos, lo tenemos muy jodido para afrontar lo que queda de año. Ya me puedo olvidar del A2 de momento, la pasta se tiene que quedar ahorrada por lo que venga. Os prometo que infectarme de coronavirus es lo que menos me preocupa de todo esto. Espero que dure pocos días la locura actual, porque el facturón que nos dejará vamos a tardar meses en saldarlo.
P.S.
Ya me perdonaréis, pero no le veo la heroicidad a dejar la moto en el garaje. Y mejor no me extiendo en este punto, que no voy a decir nada agradable y se interpretaría cómo algo personal cuando no lo es.