¡Me gusta este tema! Estrené el año saliendo a dar un rulo por mis pueblillos guadalajareños y, cuando ya estaba de retorno, iba pensando en escribir una entrada aquí contando mi experiencia. Ahora, al ver el tema ya abierto, creo que es perfecto para lo que pensé compartir.
El viernes vi anunciada la lluvia, pero vi también que hasta la tarde no llegaría y... como tenía mono de moto, ni lo dudé. Me apañé para el "crudo" invierno y me lancé hacia Tamajón (como podía haber tirado para cualquier otro lado, lo mismo me daba).
Como buen "día después" de excesos, no había absolutamente nadie por las carreteras. ¡Todo el asfalto para mí solita! Llegué hasta un pueblo que no sabía ni que existía: Puebla de Vallés. ¡Precioso! ¡Qué vistas, qué carretera de curvas, qué olor a pinos, qué bajadita! Al llegar al fin del mundo, me entretuve dando un paseíllo a pie por sus callejuelas y... empecé a notar que caían gotitas diminutas. La lluvia me daba miedo, mucho; me imaginaba mil formas de derrapar, recibir las gotas en el casco como perdigonadas, un frío mortal... (buah, yo es que la imaginación la tengo muy desarrollada). Un día, hace tiempo, yendo en coche y viendo a un motorista enfrentándose al diluvio universal en la A-4, pensé que yo con lluvia no saldría nunca en moto ¡y punto!, pero... algo me hizo salir el día 1 aun sabiendo que me podría pillar por esos mundos de Dios la temible H2O. (Creo que mi subconsciente quería vencer mi propia imposición que me limitaba el circular en día de lluvia y, de alguna forma, me entretuve más de la cuenta para dar tiempo a que las nubes empezaran a deshacerse).
Pues bien, sí, me puse en camino de nuevo, deshaciendo lo avanzado, y de nuevo sin prisa opté por pararme una segunda vez en las lagunas de Puebla de Beleña (caprichosita que soy, y de impulsos). Caminando por allí otro ratillo, ya sí me empezó a caer una lluvia en condiciones; no un fuerte aguacero, pero sí mucho más que cuatro gotitas de ná. Sequé el asiento, me subí de nuevo a la Zingarilla y puse rumbo a casa (estaba a unos 50 km, jeje, me mojaría sí o sí).
Respiré hondo, arranqué y... ¡uuuhhhhh!!!! ¡Me gustó! Recibía la lluvia, pero era amable, no me atacaba ni pretendía hacerme caer. Cierto que iba yo a 70 o poco más, con tiento y pensando bien cada cosa que hacía sobre el asfalto. La pantalla del casco empapada me hacía imposible ver la carretera limpiamente; aprendí a usar el dedo a modo de limpiaparabrisas (¿existe algo que evite eso de no ver?). Sabía, porque había leído sobre ello, que no había especial peligro bajo esa lluvia que caía sobre un suelo ya mojado de la noche anterior. No iba asustada, en absoluto. Repito: me gustó. Me sentí genial al estar allí, en contra de lo que mi prudencia exagerada me había dictado hacía meses. ¡Bajo la lluvia, rodando, feliz, libre y sonriente! (O sea, todo el aspecto de una loca de remate sin duda).
@Brian "Estaré mal de la olla pero esa sensación me pone" - Jejejeje, creo que entiendo lo que dices.
@LinceXT "a pesar del viento que corre por la alcarria con rachas fuertes" - Ay, no, ya el viento de las narices sí puede conmigo; lo he probado en verano y me costaba mantener el equilibrio; ¡no quiero ni pensar qué me haría acompañado de la bendita lluvia!
@NightRider - ¿¡Qué les haces a las pobres chiquillas, con este fresquete y tan ligeritas de atavíos!? Ya puedes ponerlas guapas después de esos nudismos...