Salida y aceleración.
Pues es justamente lo que no tiene. No busques en la S-Wing ser el rey del semáforo, ni impresionar a tus colegas con aceleraciones de 0 a 40 de infarto. No, de hecho, el motor no se acelera como un desquiciado como en otros modelos. Aquí reina la suavidad, la delicadeza, el cuidado del motor, la efectividad de un vehículo de transporte que está demostrando ser perdurable y fiable.
Vamos en línea recta y nos encontramos con una rotonda y, cuando nos queremos dar cuenta, estamos al otro lado. Espérate que no me he dado cuenta. Hace un segundo estaba allí, y ahora me encuentro aquí. Pero eso no es lo mejor. Lo mejor es que no he hecho nada para que esto se haya llevado a cabo, ha sido una eyaculación precoz. La moto ha tumbado sola, sin vacilación, sin miedo, con frenesí, con atrevimiento, pero eso sí, echamos en falta esa potencia de salida que ninguna 125 c.c. nos puede dar. Lástima, habría sido una polución nocturna.
Nos incorporamos a la nacional y le damos cera. Nuevamente, la moto acelera con suavidad, llega hasta el arco rojo sin miedo ni respeto, y si no es por el corte de encendido, la aguja seguiría como el segundero de un reloj. Miramos el velocímetro y marca 117 km/h… reales.
Un elemento que cobra importancia y relevancia en este momento es la pantalla protectora, de una altura y líneas perfectas que harán que el rebufo nos atraiga hacia el manillar y que no tiene ninguna distorsión óptica, de forma que nunca estaremos estirando el cuello para ver encima de él para observar un obstáculo con nuestros propios ojos. A máxima velocidad no vibra nada, indicativo de fortaleza extrema pues es de unas dimensiones fenomenales.
Podemos reposar los pies en una posición más elevada, pero aunque nos echemos el máximo hacia atrás, nos encontramos un poco incómodos. Unos centímetros más de distancia habría conseguido la máxima eficacia en esta postura.
Nos salimos del tráfico rodado y nos introducimos en ciudad. La moto no nos decepciona y gracias a la posición muy adelantada de los espejos, los cuales no vibran absolutamente nada (podemos contar los coches que nos siguen hasta más allá de los 2 kilómetros de distancia, y podemos ver un objeto detrás nuestra en ambos espejos a una distancia mínima de 10 metros) culebreamos excepcionalmente entre los coches.
Y entonces voy callejeando para ir a una calle específica y especial, la avenida del Cardenal Herrera Oria en Madrid. Es una pendiente que tengo como punto de examen pues motos que poseían la máxima potencia legal para una 125 han caído en ella, como la GV125, y sin embargo otras con un tercio menos de potencia me han sorprendido enormemente, como la YBR.
Vamos allí con la S-Wing.
Mi expresión subiendo por la marcada pendiente fue la siguiente: ¡¡¡¡la madre que la parió!!!!.
La S-Wing ha aprobado este punto de control con matrícula de honor, pues subió a 85 km/h, cuando la que más velocidad había alcanzado lo hizo con 78 km/h. Los usuarios de 125 me comprenderán perfectamente, y los que nunca lo hayan sido lo van a hacer ahora mismo.
En el mundo de las motos en general, una diferencia de potencia se observa rápidamente, y no hay que ser muy fino para notar también el par. Las diferencias son abismales de una moto a otra, y cuando hay 40 caballos de diferencia, ya lo notaría hasta Forrest Gump.
Pero en las 125 no sucede eso. La diferencia de peso es poca, y a veces casi imperceptible. Para notar la diferencia de par hay que tener tacto muy pero que muy fino. Hay veces que las curvas de par están muy marcadas, y como por ejemplo en Yamaha, no existe tal curva, la entrega es gradual, de progresión aritmética y no exponencial. Y para notar la diferencia de potencia, eso ya te tiras un día entero. Estamos hablando de diferencias de uno, dos o como mucho cinco c.v. de diferencia.
Todo esto, la S-Wing se lo pasa por el forro. La entrega es suave, pero es que la pobre no tiene límite.
