GTieDiTioN
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Sobre el papel, el aspecto más divertido de la conducción de una moto y, aparentemente, el más peligroso.
Un primer apunte antes de cualquier explicación.
Tradicionalmente se dice que los motoristas somos mejores conductores que la mayoría de los automovilistas, y yo veo en ello dos razones fundamentales. La primera es que conducir una moto, sencillamente, nos apasiona a casi todos. Y la segunda es que, habitualmente, logramos con facilidad una concentración sobre las dos ruedas que el automovilista tiene muchas dificultades de conseguir. Nosotros, en la moto, tenemos poco donde distraernos (Dejando al lado los modernos intercomunicadores).
Esa concentración que la mayoría mantenemos a diario como un hábito de conducir tan elemental como plantar el trasero sobre el asiento es la que el principiante debe intentar conseguir desde el primer kilómetro que empieza a recorrer con su moto. Es fundamental mentalizarse de que hay que ir concentrado. Por muy elevado que sea de diversión que podemos alcanzar con una moto -y se puede muy alto-, NUNCA deberemos tomarlo como un juego.
Dicho esto, el siguiente punto a tener en cuenta es el apartado anterior añadido al consultorio "Escanear el suelo". Debemos recorrer el terreno que pisamos antes de lanzarnos al viraje.
Bien. Ya estamos concentrados y tenemos claro cómo es el asfalto sobre el que vamos a abordar el viraje. ¿Qué necesitamos definir ahora?
La mentalidad, la actitud con la que debemos acercarnos al viraje.
Debemos adoptar una mentalidad activa, y esto, por simple que parezca, definirá nuestra capacidad de reacción y nuestro posicionamiento cuando estemos inclinados. Debemos de ir a por la curva, llevar la moto hacia ella. Hay que olvidarse de actitudes pasivas, de mentalidades retraídas; con ellas, la curva vendrá hacia nosotros, será la moto la que nos lleve hacia la curva y no nosotros los que la llevemos a ella. De esa forma será fácil que al adentrarnos en el viraje nos invada una sensación de vértigo; si es así, quedemos a merced del trazado de la curva, que puede cerrarse inesperadamente, o a la de cualquier eventualidad que nos guarde el asfalto.
Concentración, atención al suelo que pisamos y mentalidad activa; con esas tres condiciones nos adentraremos en el viraje buscando siempre el punto más interior, el más cerrado, que nos permita ver la propia curva, tanto si es ciega como si no lo es. NUNCA, NUNCA miraremos al exterior, aunque veamos en la línea contraria a la trazada a la, o a el, autoestopista más sugerente que podamos imaginar, aunque se plante en ella un ejemplar de la especie ibérica más preciada a punto de extinguirse. Tal vez la prueba más evidente de que la moto es una prologanción de nuestro cuerpo la tengamos en el hecho de que va a ir exactamente donde miremos. Sobre todo si es una deportiva, a la que bastará con que deseemos sin pensar ir a un punto para que al instante siguiente esté en él, sin que aparentemente hayamos hecho absolutamente nada, tan sólo por el efecto de una simbiótica telepatía.
Entraremos en la curva sin complejos, sin manías de si a izquierdas mejor porque soy diestro o viceversa. Las curvas son exactamente simétricas, como nosotros mismos. Sí es cierto que, en carreteras de doble sentido, al tumbar a derechas el tráfico que viaja al contrario impone respeto; pero también es verdad que las cuchillas de los guardaraíles hacen algo semejante cuando nos inclinamos a izquierdas. Por tanto, debemos de mostrarnos en las curvas hacia un lado y hacia el otro tal y como somos: simétricos.
Por último, adaptaremos el cuerpo antes y durante el viraje tal y como aparece descrito en el apartado 3 (... movimientos del cuerpo sobre la moto). Lo haremos en un grado más o menos acentuado dependiendo de la longitud del radio de la curva. Para enterdernos: de si es más o menos cerrada.
Un primer apunte antes de cualquier explicación.
Tradicionalmente se dice que los motoristas somos mejores conductores que la mayoría de los automovilistas, y yo veo en ello dos razones fundamentales. La primera es que conducir una moto, sencillamente, nos apasiona a casi todos. Y la segunda es que, habitualmente, logramos con facilidad una concentración sobre las dos ruedas que el automovilista tiene muchas dificultades de conseguir. Nosotros, en la moto, tenemos poco donde distraernos (Dejando al lado los modernos intercomunicadores).
Esa concentración que la mayoría mantenemos a diario como un hábito de conducir tan elemental como plantar el trasero sobre el asiento es la que el principiante debe intentar conseguir desde el primer kilómetro que empieza a recorrer con su moto. Es fundamental mentalizarse de que hay que ir concentrado. Por muy elevado que sea de diversión que podemos alcanzar con una moto -y se puede muy alto-, NUNCA deberemos tomarlo como un juego.
Dicho esto, el siguiente punto a tener en cuenta es el apartado anterior añadido al consultorio "Escanear el suelo". Debemos recorrer el terreno que pisamos antes de lanzarnos al viraje.
Bien. Ya estamos concentrados y tenemos claro cómo es el asfalto sobre el que vamos a abordar el viraje. ¿Qué necesitamos definir ahora?
La mentalidad, la actitud con la que debemos acercarnos al viraje.
Debemos adoptar una mentalidad activa, y esto, por simple que parezca, definirá nuestra capacidad de reacción y nuestro posicionamiento cuando estemos inclinados. Debemos de ir a por la curva, llevar la moto hacia ella. Hay que olvidarse de actitudes pasivas, de mentalidades retraídas; con ellas, la curva vendrá hacia nosotros, será la moto la que nos lleve hacia la curva y no nosotros los que la llevemos a ella. De esa forma será fácil que al adentrarnos en el viraje nos invada una sensación de vértigo; si es así, quedemos a merced del trazado de la curva, que puede cerrarse inesperadamente, o a la de cualquier eventualidad que nos guarde el asfalto.
Concentración, atención al suelo que pisamos y mentalidad activa; con esas tres condiciones nos adentraremos en el viraje buscando siempre el punto más interior, el más cerrado, que nos permita ver la propia curva, tanto si es ciega como si no lo es. NUNCA, NUNCA miraremos al exterior, aunque veamos en la línea contraria a la trazada a la, o a el, autoestopista más sugerente que podamos imaginar, aunque se plante en ella un ejemplar de la especie ibérica más preciada a punto de extinguirse. Tal vez la prueba más evidente de que la moto es una prologanción de nuestro cuerpo la tengamos en el hecho de que va a ir exactamente donde miremos. Sobre todo si es una deportiva, a la que bastará con que deseemos sin pensar ir a un punto para que al instante siguiente esté en él, sin que aparentemente hayamos hecho absolutamente nada, tan sólo por el efecto de una simbiótica telepatía.
Entraremos en la curva sin complejos, sin manías de si a izquierdas mejor porque soy diestro o viceversa. Las curvas son exactamente simétricas, como nosotros mismos. Sí es cierto que, en carreteras de doble sentido, al tumbar a derechas el tráfico que viaja al contrario impone respeto; pero también es verdad que las cuchillas de los guardaraíles hacen algo semejante cuando nos inclinamos a izquierdas. Por tanto, debemos de mostrarnos en las curvas hacia un lado y hacia el otro tal y como somos: simétricos.
Por último, adaptaremos el cuerpo antes y durante el viraje tal y como aparece descrito en el apartado 3 (... movimientos del cuerpo sobre la moto). Lo haremos en un grado más o menos acentuado dependiendo de la longitud del radio de la curva. Para enterdernos: de si es más o menos cerrada.
